CON-TENEDOR (poesía ilustrada)
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LA VIEJA DE LA VENTANA
Aquí. Con este dolor de barriga.
Viendo desde la ventana como bailan los árboles.
El viento que los mueve, lo provoca mi desasosiego.
Las hojas que caen son mi desidia: gotas de sabia que
escapan por mis ojos. Y por mi boca.
Y los que pasan por la acera, son duendes con la cabeza deforme.
Las nubes negras son mi cerebro proyectado en éste cielo que,
ahora se viste de sustancia gris.
Y las casas, ahora no son más que escombros que no guardan relación
en este lugar.
Y a pesar de estar el aire fuera, la libertad la encuentro entre
mis pestañas cuando cierro las persianas de ésta calavera.
Entonces, salgo por la ventana y
vuelo entre los árboles,
entre las hojas de saliva,
entre la gente,
entre las casas reconstruídas.
Y no hay viento,
ni desidia,
ni sabia,
ni duendes,
ni escombros,
ni nada.
Pero todo lo que quiero.
ME VOY MEDIA HORA DEL MUNDO
Solo media hora.
Probé el asenta. No me gustó.
Solo media hora.
Para estar junto a tu cuerpo.
Sin valores, sin prejuicios.
Soy totalmente libre en una jaula
de grillos callados. Y hablo.
Por los codos, por las orejas,
por los ojos. Y me ahogo.
Pero no muero en éste agobio.
Veo normal lo obsceno. Y no paro.
No pienso porque no da tiempo.
Suena la alarma a los treinta minutos
de haber muerto. ¿Vuelvo a la vida?
Y doce horas seguidas:
Piso el suelo, desayuno, almuerzo y ceno.
Miro la caja tonta.
Leo.
Pienso, demasiado.
Y juego a imaginar que te cruzarás conmigo
de camino a la cocina.
Me siento en el sofá inmenso.
Veo un agujero negro, a mi lado.
Y me tiro de cabeza.
Me voy media hora de éste mundo.
Aquí. Con este dolor de barriga.
Viendo desde la ventana como bailan los árboles.
El viento que los mueve, lo provoca mi desasosiego.
Las hojas que caen son mi desidia: gotas de sabia que
escapan por mis ojos. Y por mi boca.
Y los que pasan por la acera, son duendes con la cabeza deforme.
Las nubes negras son mi cerebro proyectado en éste cielo que,
ahora se viste de sustancia gris.
Y las casas, ahora no son más que escombros que no guardan relación
en este lugar.
Y a pesar de estar el aire fuera, la libertad la encuentro entre
mis pestañas cuando cierro las persianas de ésta calavera.
Entonces, salgo por la ventana y
vuelo entre los árboles,
entre las hojas de saliva,
entre la gente,
entre las casas reconstruídas.
Y no hay viento,
ni desidia,
ni sabia,
ni duendes,
ni escombros,
ni nada.
Pero todo lo que quiero.
EN PROCESO DE ÓXIDO
Me sobra medio día.
Me sobra la comida.
Me sobra la playa.
Y la juerga.
Y la saliva.
Me sobra esta cafetera repleta de vapor.
Me sobran las horas.
Y media habitación.
Me sobra la bañera.
Me sobra medio colchón.
Me sobra medio pecho.
Medio cuerpo.
Media yo.
ME VOY MEDIA HORA DEL MUNDO
Solo media hora.
Probé el asenta. No me gustó.
Solo media hora.
Para estar junto a tu cuerpo.
Sin valores, sin prejuicios.
Soy totalmente libre en una jaula
de grillos callados. Y hablo.
Por los codos, por las orejas,
por los ojos. Y me ahogo.
Pero no muero en éste agobio.
Veo normal lo obsceno. Y no paro.
No pienso porque no da tiempo.
Suena la alarma a los treinta minutos
de haber muerto. ¿Vuelvo a la vida?
Y doce horas seguidas:
Piso el suelo, desayuno, almuerzo y ceno.
Miro la caja tonta.
Leo.
Pienso, demasiado.
Y juego a imaginar que te cruzarás conmigo
de camino a la cocina.
Me siento en el sofá inmenso.
Veo un agujero negro, a mi lado.
Y me tiro de cabeza.
Me voy media hora de éste mundo.
INSOMNIO
Aceras que no terminan.
Piernas cansadas.
Cuerpos que se cruzan con el mío.
Bocas que hablan de lejos.
Tacones.
Y más aceras. Calles.
Contaminadas de alcantarillas,
contaminadas de cucarachas.
Debajo de mis pies.
Ojos que se caen como plomo
que se tira al agua.
Sonrisas que se derraman.
Entre los dientes. Y labios,
que se pintan de carmín.
Para camuflar ojeras.
Para desviar miradas.
Despierta.
Cansancio que se clava en la maleta.
Y me convierto en un macuto
que se transporta solo.
Miro hacia arriba: nubes.
Nubes blancas, descansadas.
Sobre el aire que las lleva.
Y yo no puedo dormir.
VOLVER
Ya no hay viento de tormenta.
Ya no suenan las campanas.
El ruido se lamenta con
el chirrío de una ventana.
Las persianas caen desplomadas.
El hogar se vuelve oscuro.
Una odisea terminada en
el mundo de lo absurdo.
Se retuercen los ojos hacia atrás.
Se erizan los bellos en la piel.
Se siente en los poros la humedad
y todo empieza a desaparecer.
Buscan mis rizos las nubes
como ramas de mi cuerpo.
Busca mi lápiz el papel
como desahogo eterno.
Labios que abrazan sonrisas.
Ojos que tocan miradas.
Manos que hablan...
lo que el oído se calla...
Y oler la hierba mojada.
Coser retales de rabia.
Vestir con traje de ganas.
Y volver a ti.
DESCALZADA
Seguir andando, paso a paso,
tras paso, y otro más.
Cansarse. Detenerse.
Sobre una silla de mimbre. Sentarse.
Oír el crujir al moverse cuando
te quitas las botas.
En la ventana, delante:
te hablan por sus lengüetas.
Eres todos los impulsos para caminar.
Eres todos tus pasos.
Eres tus zuelas gastadas.
El resto de caca de perro
que recoges junto al nº 39 de caucho.
Eres tu forma de abrocharte las hebillas.
De atarte los cordones. Y cuando
te los desatas, y los postras frente a ti.
En el suelo.
Te das cuenta:
Eres tus zapatos.
AQUÍ HACE FRÍO
Todos los días que la veo:
¿Quién será esa mujer?
Su rostro pálido.
Los volantes azabache de debajo
de sus ojos.
Su piel.
Su boca cerrada.
Su cuerpo casi etéreo.
La ausencia de sus pechos.
La risa: ¿se la olvidó?
Sus manos angulosas.
Sus hombros castigados:
¿Quién será esa mujer?
Su ropa vieja y triste, esconde
su feminidad, no la deja crecer.
Su espalda esclarecida.
En el espejo asomada a mi vez,
cuando busco mi reflejo:
¿Quién será esa mujer?
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